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18/8/21

Comidas con historia en semana patria

 

Cuenta la historia que una curiosa fonda funcionaba en el despacho de bebidas del almacén ubicado entre de Cangallo y Talcahuano, actualmente desaparecido. Aquí Raúl González Tuñón, de “A la sombra de los barrios amados” (1951)***

Los amigos estaban allí; la noche, el humo
-su pequeño país de ansias y sueños vagos-.
Los poemas ya escritos y los que se agitaban
detrás de la vigilia; los últimos cocheros;
Pelito Verde, el Sábalo, canillitas;
bohemios sin melena;
el buraco en la pared –un desvaído mapadesde donde salía el plato fuerte
y el vino del invierno.
(Y después un tranvía cayó al Riachuelo…
En el saco de pana, el obrerito,
llevaba un sándwich de carne fiambre
y una figura de calcomanía.)
Y después entubaron el Arroyo,
voltearon edificios, y al Gobierno.
Desde entonces fue triste el Carnaval
y empezaron a caer las insignias
de las vetustas tiendas,
la milonga, la luna, Frank Brown, los buhoneros.
Todo se ha ido ya, los verdes años,
el almacén, la ochava, la fregona,
el Ainenti, la guerrilla literaria,
el caricaturista de café, la yiranta,
las “Camas Desde un Peso”, la Kermesse,
el varieté, el vendedor de globos,
Yrigoyen, Alvear, los Presidentes
que antes andaban por la calle…
Todo aquello que cabe en el recuerdo.
La nostalgia es un cuarto donde habita el insomnio.
Todo se ha ido, todo, menos lo que vendrá.
Y la lluvia, los circos, la esperanza,
el cartero.
Raúl González Tuñón, de “A la sombra de los barrios
amados” (1951)
*** De Saberes y Sabores, publicado por Ministerio de Desarrollo Social de la Nación