Buenos Aires Me Quiere, tu expresión viva de la Ciudad de Buenos Aires.
  Dirección y contenidos PATRICIA GARCÍA, periodista

3/4/17

Buenos Aires hace tres siglos


Breve descripción de Buenos Aires del Reverendo Padre Antonio Sepp (SJ), fechada a orillas del Río de la Plata el 15 de abril de 1691
...Este sitio, Buenos Aires, que no es grande, está a orillas del río de la Plata. El río mide, en el lugar en que desemboca en el océano sesenta millas de ancho, y es más semejante a un mar que a un río. Bebemos su agua durante las comidas; es muy sana y ayuda enormemente a la digestión....
Se puede comer cuantas frutas se quiera, y beber luego esta misma agua sin perjuicio. Todas las casas tienen planta baja solamente; no están hechas de madera ni de piedra, sino de tierra o adobe. Por ello se mantienen apenas siete años y luego se desmoronan y caen fácilmente. Los techos son de juncos. Hace cinco años, nuestros Padres encontraron cal y el modo de cocer ladrillos... Por ello, el techo del Colegio no es de paja,
sino de tejas, como en Alemania. Del mismo ladrillo construimos ahora un campanario, que será el comienzo de una iglesia de este material. Finalmente se echará mano al Colegio...............................................
No hay aquí, como entre nosotros, bosques ni montes de árboles silvestres, no fructíferos como robles, abetos, abedules, hayas, pinos, alisos o bien otros, cuya madera sirve de leña. Por el contrario, puedes encontrar bosques enteros de duraznos, almendros, higueras, albaricoqueros y árboles semejantes.
Y esta madera de árboles frutales se quema en las cocinas. Si alguien desea poseer un monte de estos árboles, no necesita más que sembrar los carozos de los mencionados fructíferos árboles, como se siembra entre nosotros el trigo. Crecen inmediatamente, y ya llevan fruto el primer año, lo que es muy asombroso. Yo mismo he arrancado hoy higos de un árbol, cuyo tronco era tan grueso, que no pude abrazarlo.
La cosecha de las frutas, en particular de los duraznos y de los albaricoques, ya ha terminado. La tierra es nota bene tan fértil, que puedes encontrar por todos lados de doce a quince mil de los más grandes y hermosos bueyes y vacas, descansando y pastando. Son cimarrones y no pertenecen a ningún dueño. Si quieres matar un novillo, ve nomás al campo, enlázale por los cuernos y llévalo a casa, te pertenece...Los indios no comen otra cosa que carne vacuna, sin pan ni sal, casi completamente cruda. En el campo abierto enlazan un buey, le cortan un nervio en la pata trasera con un largo cuchillo, de manera que el animal caiga. Luego le clavan el mencionado cuchillo atrás en la nuca. Luego de la tercera cuchillada la vida abandona al buey. Entonces le cortan el pescuezo, tiran la cabeza y lo destripan.
Todo esto es hecho rápidamente, en la mitad de un cuarto de hora. En tanto, otros indios encienden fuego con plantas de cardos, y mientras aquéllos destripan el animal, éstos ya van cortando con sus largos cuchillos tiras de carne, que ensartan en una varilla de madera y mantienen un rato sobre el humo y el fuego, las dejan calentar apenas y ya las llevan al hocico glotón, devorándolas mientras por todos lados chorrea la sangre. Y este salvaje pueblo de indios es tan voraz, que a medida que se va asando un cuarto de buey de un lado, ya van cortando trozos del otro. De este modo, el asado ya es deglutido mientras se va asando. Dos indios pueden devorar fácilmente un buey entero en una o dos horas; naturalmente, sólo la carne, pues la cabeza, las tripas, las patas y el resto son desechados. Esto no le parecerá inverosímil a quien haya leído qué glotones eran, en otros tiempos, Calígula, Máximo, Apicio, Milo y otros...Luego de éste su bestial banquete, los indios se arrojan desnudos al agua fría, para que el estómago pueda digerir mejor, a fin de que el frío exterior impida que se evada el calor interno de estómago. Otros, en cambio, se acuestan con el vientre sobre la arena caliente y duermen, hasta haber digerido o por decirlo así, cocido, la carne. Luego vuelven al campo, cogen un novillo, lo matan y comen como el anterior. A causa de esta voracidad, raramente viven más de cincuenta años. Pues casi todos mueren de las lombrices que se originan en su cuerpo por la carne cruda y sin salar, de modo que el estómago no puede digerir suficientemente