Marcha, pues, por tracción humana. Los conductores de colectivos hacen portentos de audacia y destreza que apenas alguien sabe apreciar. Son con respecto al auto lo que el domador con respecto al caballo: forman una sola pieza o un circuito cerrado y están alerta de lo que el coche quiere hacer. En general, los accidentes de deben más a que el peatón anda fuera de la realidad, que a torpeza o temeridad de los conductores. Éstos lanzan su máquina contando con las normales eventualidades del tráfico. Adivinan en los cuerpos en movimiento las probabilidades lógicas de su acción, pero el transeúnte está fuera del sistema del tráfico y suele ser su autonomía lo que lo pierde.