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  Dirección y contenidos PATRICIA GARCÍA, periodista

5/7/12

Pasaje Roverano


A metros de la Plaza de Mayo, sobre la avenida del mismo nombre, se encuentra el llamado Pasaje Roverano, una suerte de galería conservada en el tiempo, que da cuenta de las grandes transformaciones de la ciudad de Buenos Aires. Sus dos entradas están al 560 de la avenida -lindante con el patio de El Cabildo- y de la calle Hipólito Yrigoyen, a su vez frente al costado de la Legislatura porteña, ex Honorable Concejo Deliberante.

Es que, fue producto de la apertura de la avenida Mayo -inaugurada en julio de 1894-, un eje que buscó simbolizar el camino entre el Poder Ejecutivo -la Casa Rosada- y el Poder Legislativo -el Congreso de la Nación-. Hoy transitar de uno a otro punto importa descubrir la historia misma de la ciudad y, para algunos la partición entre el norte y el sur. Luego del Roverano, surgieron como producto de apertura de avenida,  el pasaje Urquiza Anchorena y el exclusivo Barolo
El pasaje en cuestión remite a los hermanos Angel y Pascual Roverano, propietarios del inmueble y residentes.
En un inicio tuvo dos plantas, la baja de 50 metros sin salida, con locales -abogados y escribanos buscaban allí instalar sus oficinas por la cercanía con el Cabildo donde funcionaban los Tribunales- la alta para viviendas.


Cuando se concreta la apertura de la avenida de Mayo, el inmueble pierde su frente y recién empiezan a reconstruirlo en 1912 cuando le encargan la obra al arquitecto Eugenio Gantner , un francés que también intervino en el diseño de la Sinagoga de la Congregación Israelita de la República Argentina y entre otras obras en la dirección de la construcción de la casa central del Banco Francés en la ciudad de Buenos Aires.

Gantner invierte seis años en la remodelación que convierte al lugar en un pasaje que, como privilegio contará con acceso a la línea A del subterráneo, una interconección con la compañía de Tranways Anglo-Americana, en 1915. Actualmente está la estación Perú a la que cualquier ocupante puede descender por el ascensor desde su propia oficina.
Utiliza materiales importados, coloca vitrales, se detiene en detalles como cristales curvos para las vidrieras y marcos de bronce. Ocho columnas de oniz, y una escalera de la misma piedra además de las imponentes maderas para coronar amplios y luminosos ambientes, son apenas algunos accesorios sobresalientes de la obra.
En la planta baja le agrega tres subsuelos y seis pisos, con una superficie cubierta total de 6.250 m2 sobre un lote de 748 m2. Sobre la avenida, el frente se extiende 17,20 metros y 16,20 metros sobre H. Yrigoyen.
Sobre la avenida queda la antigua barbería, que invita a un viaje al pasado. Sus primeros duieños fueron los hermanos Smiriglio y luego la familia Romano. Conserva, como adorno, una fomentera donde se calentaban trapos para colocar en la cara de los clientes recién afeitados.
Entre otros, el cardenal Jorge Bergoglio fue cliente de esa casa. También el ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra, y cada tanto algunos diputados porteños.

La Hora del Pueblo
Radio Sudamericana se instaló en el pasaje. Hacia 1920 trasmitió desde el subsuelo la primera broadcasting “La Hora del Pueblo”.
El Principito
El escrito y aviador francés Anotoine Saint Exupéri habría tenido oficinas en el pasaje Roverando,donde funcioná la primera Compañía Aérea Nacional AEROPOSTA ARGENTINA que reallizaba bielos ala Patagonia. El 1 de noviembre de 1929 partió el primer vuelo inaugural desde el aeródromo de Harding Green hacia Comodoro Rivadavia con escalas en Trelew y San Antonio Oeste, piloteado por el autor del Principito.
 Cuentan que antes de los Roverano, conocidos como coleccionistas, en el lugar estuvo la confitería de Monguillot y que los propietarios, cuando se hicieron las expropiaciones para la apertura de la avenida de Mayo cedieron 135 m² de lote a la Municipalidad de Buenos Aires, pero pidieron que se pagara una indemnización a los inquilinos cuyos lugares iban a demolerse para que con ese dinero pudieran conseguir otras oficinas o viviendas. Por eso, aseguran, que el ex intendente Federico Pinedo, los compensó con un medalla, un 9 de julio de 1894.